Iñaki tiene casi cuarenta años y nunca ha salido de Vascongadas. Vive con su madre, Maritxu, la clásica matriarca vasca, absorbente y dominante, que le trata como a un niño. Aparte de eso, Iñaqui tiene su cuadrilla, compuesta por tres “morroskos” más, clientes habituales del bar que Iñaki heredó de su “aita”. Iñaki se ve obligado a acompañar a su madre a Sevilla en un viaje del Imserso. Todo un reto, porque tanto ella como él creen que “por debajo de Burgos, todo es África”. Una vez en Andalucía, se confirman sus expectativas: todo les parece desorden y exageración; la antítesis de su arcadia norteña. Y, cuando parece que la cosa no puede empeorar, una caída fortuita lleva a Maritxu al hospital en estado de coma. Iñaki se verá entonces obligado a sobrevivir, casi huérfano, en una clínica en el corazón de Sevilla. Allí, Iñaki conoce a Carmen, la jefa de las enfermeras, que es una mujer temperamental. Su encuentro es un auténtico choque de trenes. Él viene del industrioso Norte cargado de carencias afectivas; ella, del Sur caótico, alegre y colorista, pero está llena de vida y talento.